La difícil búsqueda de una vivienda digna
El caso de Adil es un ejemplo de las dificultades de muchas familias de escasos recursos para acceder a una vivienda, en este caso en el mundo rural
La memoria 2021 de Cáritas Diocesana de Zaragoza señalaba el incremento de las dificultades que muchas familias encuentran a la hora de acceder a una vivienda. De hecho, la vivienda fue, en cuantía económica, el principal destino de las ayudas económicas aportadas por la entidad durante el año pasado. Hay que tener en cuenta, además, que, la mayoría de las personas acompañadas por Cáritas -cerca del 75%- vive en régimen de alquiler o realquiler (se ha incrementado el número de familias que se ven obligadas a vivir en una habitación realquilada). A esta cifra habría que añadir la situación de las personas que viven en un centro de alojamiento o que se encuentran en situación sin hogar.
Observamos también que, sin ingresos estables, como es la circunstancia habitual de las familias que acuden a Cáritas, y en algunos casos, incluso, sin una situación administrativa regular, es muy difícil mantener y acceder al mercado de alquiler. Es en estos casos cuando las familias se ven obligadas a realquilar o a acudir a una infravivienda que no reúne unas condiciones mínimas de habitabilidad, muchas veces sin contrato, es decir, sin posibilidad de solicitar ayuda al alquiler.
En esta situación se encuentran Adil y su familia, quienes llegaron a nuestra provincia hace tres años, buscando una vida mejor. Aunque en un principio intentaron encontrar una vivienda en la ciudad, los exigentes requisitos para acceder al mercado de alquiler y los altos precios que les solicitaban impidieron que pudieran encontrar una vivienda adecuada. A esto se añade la circunstancia de que uno de los hijos tiene una discapacidad, por lo que precisaban de un alojamiento que cumpliera con ciertas condiciones de accesibilidad.
En su búsqueda, a través de la consulta con amigos, encontraron finalmente una casa en un pequeño municipio de la provincia de Zaragoza. Pensaron en ese momento que en el medio rural todo iba a ser más fácil. Sin embargo, tampoco fue la solución, ya que la única vivienda a la que pudieron acceder no reunía las condiciones mínimas de habitabilidad.
“Estaba llena de escaleras, muy estrechas, el baño era insalubre y estaba acondicionado en un hueco junto a la escalera, y cada vez que llovía se hacían goteras en el piso superior”, relata Adil. Según explica Goyo Gracia, trabajador social de Cáritas en la zona, “es habitual que en estos pueblos se alquilen casas que han estado sin habitar durante décadas, o que se habilite como vivienda algún espacio que ya no se usa, como pajares, por lo que se incumplen las normas de habitabilidad necesarias. No siempre es así, pero es frecuente”.
Después de un tiempo viviendo en esa situación, la familia de Adil logró trasladarse a otra vivienda que reúne mejores condiciones, “aunque sigue sin ser accesible para mi hijo, que tiene que usar una silla de ruedas”, explica el participante de Cáritas. Las posibilidades de cambio, sin embargo, son escasas, tanto por la reducida oferta de alquiler existente en el medio rural, como por la situación administrativa de la familia. “No es fácil encontrar casas en alquiler en estos pueblos y los cambios de domicilio conllevan muchas veces un cambio de municipio, con todos los inconvenientes que esto supone”, señala el técnico de Cáritas.
Sin servicios, más difícil
La residencia en el medio rural no es fácil para familias con escasos o nulos ingresos económicos y que no disponen de medio de transporte. La distancia a servicios básicos como los sanitarios, la formación o, incluso, el empleo, supone un sobrecoste derivado del uso del transporte (sin posibilidad de acceso a ayudas, como es el caso de los urbanos).
Asimismo, en muchas ocasiones, se hace muy difícil acceder a dichos servicios por la baja frecuencia de los autobuses o trenes. “Me gustaría hacer cursos de español para tener más posibilidades de encontrar un empleo, pero con las frecuencias de autobús y lo que cuesta, se me hace imposible”, explica Adil.
En cuanto a las posibilidades de acceso a ayudas, tampoco es sencillo en el medio rural: las de urgencia son más reducidas que en la ciudad y dependen de la gestión que realice cada comarca y las ayudas al transporte quedan limitadas a medios urbanos (autobús urbano, cercanías).
Goyo Gracia explica que, a diferencia de lo que podamos pensar: “vivir en el medio rural resulta más caro, tanto por el transporte, como por los gastos energéticos, ya que las casas suelen ser más viejas y no están adaptadas a la eficiencia energética, y por la alimentación y productos básicos, que deben ser adquiridos en tiendas locales, con precios más elevados que en un supermercado. En este sentido, las familias con menos recursos económicos pueden encontrar allí mayores dificultades”.